HABITAR LA INCOMODIDAD
- doloresdeliaa6
- hace 4 horas
- 3 Min. de lectura
Rumi escribió: “La herida es el lugar por donde la luz entra en ti”. No como si el problema fuera el punto final, sino el punto de partida para crecer, aprender y transicionar. Y siento que es tan simple como eso; por ahí es que me atraviesa lo que hago.
Casi todas las series de obra que hice tienen que ver con dejar esa luz entrar para dar claridad a esas propias dolencias o carencias. Y sin importar lo grandes o pequeñas que sean estas heridas, siempre derivan en mis propios proyectos, siendo esta serie un reflejo de lo que me molesta de mí o del afuera.
Mi trabajo en esta serie nace de una incomodidad: la dificultad de habitar el presente. Mi atención suele fugarse hacia otros tiempos, otro planeta. Sin embargo, es justamente esa vulnerabilidad la que me obliga a aferrarme a los detalles, a encontrar en ellos un ancla. La idea surge de ver esos detalles en medio del caos, de un día salir desconectada a mi música, de exigirme estar presente a través de los sonidos, las sensaciones, los olores. De estar presente.
En esta serie de platos cerámicos sigo con mi serie anterior —que interroga “lo que consumimos nos consume”—, pero esta vez desde la experiencia de caminar una ciudad nueva, Barcelona, y aprender a verla desde el aquí y ahora.
Mi proceso comienza en la calle. Vivir en el presente conectada al entorno constantemente es incómodo, agotador. Camino desconectada, cansada por la exigencia de estar presente, hasta que un detalle —una baldosa centenaria, una placa conmemorativa, una textura erosionada— detiene mi andar. Allí donde piso encuentro historias que nadie cuenta, símbolos que repetimos sin saber por qué, marcas que habitamos sin mirarlas. Y en ese gesto mínimo de inclinarme a calcar un piso con arcilla, acepto habitar la incomodidad: exponerme, ensuciarme, hacer visible mi presencia en el espacio público y atravesar esa frontera de lo pasivo a lo activo.
Estas piezas son placas calcadas directamente del suelo de la ciudad (no todas). Me costó un par de meses animarme a la vulnerabilidad de ser vista, de grabar esas superficies en la vía pública, de exponerme. Y años desarrollar ese puente entre lo que siempre hago y lo que quiero hacer, hacia donde proyecto con lo que amo.
A ellas sumo imágenes que fotografío, que edito y trabajo con serigrafía y transferencia. Cada plato funciona como un cruce entre pasado y presente: lo que fue pisado, erosionado y diseñado para resolver problemas cotidianos —el barro en las calles, el tránsito, el paso del tiempo— se convierte en superficie de lectura, en soporte para nuevas narrativas, nuevas reflexiones.
Lo cotidiano deviene símbolo. Lo ornamental revela su origen funcional. Lo bello exhibe su historia de desgaste, destrucción y supervivencia. La ciudad aparece como un sistema de capas: lo que creemos estable cambia; lo que ignoramos persiste; lo que descartamos guarda la memoria de quienes habitaron este espacio antes que nosotros.
El proceso es lento, fragmentado, casi ritual: investigar, caminar, observar, calcar, revelar, imprimir, quemar, esmaltar. Todo ello ocurre entre lapsos de atención fugaz, como si la obra misma acompañara mi necesidad de volver una y otra vez al detalle para no perderme. Y confío en que mi intuición me va a decir qué imagen, qué color; el azar habla y yo lo sigo. Los platos se convierten así en un registro del tiempo: un reloj trencadís donde cada grieta sostiene un instante, una decisión, una percepción. Los balcones una ventana a observar lo que sucede en ese registro temporal.
Me pregunto qué ponemos en nuestro plato: no sólo alimentos, sino ideas, historias, miedos, imágenes, hábitos. Qué ingerimos sin darnos cuenta. Qué consumimos del pasado para construir nuestro presente es lo que más me resuena cuando trabajo así.
Esta serie busca abrir esa pregunta y detener —aunque sea por un segundo— el vértigo del tiempo. Habitar la incomodidad para poder ver. Ver para poder conectar. Y conectar para disfrutar. Como decía Rumi, para dejar entrar un poco de luz por las heridas que nos atraviesan.
















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